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Overview

Vencedor es la novelización de la más reciente película de los hermanos Kendrick.
La vida del entrenador John Harrison cambia de repente cuando los sueños de llevar a su equipo de básquetbol al campeonato estatal son derribados por el peso de una noticia inesperada. Cuando la planta de manufactura más grande cierra sus puertas, cientos de familias se ven obligadas a dejar la ciudad y John se pregunta cómo él y su familia enfrentarán un futuro incierto. Después de aceptar renuentemente ser el entrenador de campo a través, John y su esposa, Amy, conocen a una inspiradora atleta que va más allá de sus límites en una jornada hacia el descubrimiento. Inspirada por las palabras y las oraciones de un amigo nuevo, John se convierte en el entrenador menos esperado ayudando a la corredora menos esperada para intentar lo imposible en la carrera más grande del año.

Overcomer is the novelization of the latest film from the Kendrick brothers.
Life changes overnight for coach John Harrison when his high school basketball team’s state championship dreams are crushed under the weight of unexpected news. When the largest manufacturing plant shuts down and hundreds of families leave town, John questions how he and his family will face an uncertain future. After reluctantly agreeing to coach cross-country, John and his wife, Amy, meet an aspiring athlete who’s pushing her limits on a journey toward discovery. Inspired by the words and prayers of a new-found friend, John becomes the least likely coach helping the least likely runner attempt the impossible in the biggest race of the year.


Product Details

ISBN-13: 9781496438669
Publisher: Tyndale House Publishers
Publication date: 08/20/2019
Pages: 472
Sales rank: 681,783
Product dimensions: 5.50(w) x 8.10(h) x 1.30(d)
Language: Spanish

Read an Excerpt

CHAPTER 1

FEBRERO DEL 2014 PARTIDO DEL CAMPEONATO ESTATAL

El entrenador John Harrison les dijo a sus Pumas que el partido sería un enfrentamiento reñido, y tenía razón. Fue una batalla de muchas idas y vueltas, palmo a palmo, y ambos equipos jugaron bien, cometiendo pocos errores y corriendo cada vez que el balón iba a la deriva. Cuando la chicharra marcó el final de la primera mitad, los Pumas aventajaban a los Caudillos por tres puntos. En el vestuario, John se recompuso y recurrió a sus días de jugador. Sabía exactamente cómo se sentían esos muchachos: la adrenalina, los músculos adoloridos y el anhelo de ganar. Él lo deseaba tanto como ellos ... quizás, más.

«Seguiremos lanzando a la canasta — dijo —. Vamos a atacar su defensa y a obligarlos a cometer faltas. Esta es nuestra noche. Vamos a ganar este partido».

John tenía décadas de experiencia como jugador y como entrenador. Tenía cuarenta y cinco años, pero se sentía de veinticinco, y un partido como este lo ayudaba a sacar a la luz todas sus ansias de competir. Su cabello oscuro escaseaba un poco, pero, fuera de eso y de los pocos kilos de más que tenía, se sentía en su mejor momento. Estaba hecho para partidos como este, para el reto de jugar contra un buen equipo con un buen entrenador.

Sin embargo, durante la segunda mitad, la confianza que tenía en sí mismo decayó cuando los Caudillos los superaron. Recuperó cierta esperanza cuando su hijo Ethan anotó un triple faltando ocho minutos para el final.

«Es nuestro momento — dijo John en el tiempo muerto —. Estamos dos puntos arriba. No quitemos el pie del acelerador. Pases firmes. Acérquense a la canasta y hagan un buen tiro, o saquen una falta».

John sabía que entrenar era recordarles a sus jugadores. En medio de la batalla, los jugadores necesitaban escuchar las palabras del entrenador. Háblales, háblales de nuevo y sigue por ese camino. Mientras hablaba, sintió que el impulso los favorecía. El público estaba con ellos, los alentaban, ¿y por qué no lo haría? Estaban jugando en su propio gimnasio. La liga había tomado esa decisión un año antes debido a su tamaño y a su ubicación. Los Pumas estaban sacando provecho de su propia cancha.

John interceptó a Ethan cuando terminaba el tiempo muerto.

— ¿Cómo te sientes?

— Me sentiría mejor si tuviéramos una ventaja mayor — dijo Ethan.

John sonrió. En la jugada siguiente, los Caudillos avanzaron a la canasta y un jugador de los Pumas se adelantó y recibió el ataque. El árbitro tocó el silbato y cobró una falta defensiva contra los Pumas. John se cruzó de brazos, le lanzó una mirada fulminante al árbitro y pidió la jugada siguiente.

El impulso es un amigo cruel, y se volvió en contra de John y de su equipo. Faltando dos minutos, perdían por ocho puntos. Cuando se juntaron en la banda, John trató desesperadamente de lograr que el equipo recuperara la confianza.

— Mírenme — dijo John intensamente —. Quiero que me miren todos. Este es exactamente el punto en el que estábamos la última vez que jugamos contra ellos: persi- guiéndolos de atrás. ¿Recuerdan qué pasó? Tienen miedo de que lo hagamos otra vez.

— Hagámoslo otra vez — dijo Ty Jones.

El equipo atacó la cancha con los ojos en llamas. Ethan anotó rápidamente. En seguida, robó el balón y lo metió en la canasta. Faltando menos de un minuto para el final, el marcador indicaba 84–80. John vociferó que presionaran en toda la cancha y obligaran a los Caudillos a pedir su último tiempo muerto.

«¡Vengan, vengan, vengan!», gritó John, juntando al equipo. El público estaba enloquecido. Los muchachos lo rodearon, sudorosos, jadeantes, fatigados. Pero vio que los jugadores ansiaban que les dijera algo. Sabían que tenían un entrenador que creía en ellos.

«Muy bien, escuchen: ellos van a tratar de retener el balón y dejar que corra el tiempo. Ustedes tienen que seguir presionando. ¡Métanse frente a ellos! Cuando recuperemos el balón, hagan la doble flex y busquen a Ethan o a Jeff para un triple. Luego, luchen por el balón. Mantengan la presión en toda la cancha hasta que se termine. Pumas a la cuenta de tres».

John contó a gritos y las manos se levantaron en el aire, exclamando: «¡Pumas!».

John lo vio en sus rostros. Les había dado confianza al decir: «Cuando recuperemos el balón ...». No había ningún cuestionamiento ni duda en su voz.

Los Pumas se basaban en tres jugadores: Ty, Ethan y Jeff. John bromeaba con que ellos tres habían jugado juntos desde que usaban pañales. Los otros equipos temían la fuerza de Ty/Ethan/Jeff porque funcionaban con una sola mente y un solo corazón. Un entrenador rival los llamaba los «velociraptores» por su capacidad para coordinar.

John echó un vistazo a su esposa, Amy, que estaba sentada en la tribuna con su hijo menor, Will. Amy había asistido a todos los partidos de esta temporada para alentarlo, pero alentaba doblemente a Ethan, su hijo mayor. Amy lo miró y él sonrió, sabiendo que ella lo apoyaba.

Ty interceptó un saque de banda y el balón fue hacia Jeff Baker, quien coló un triple. Con solo diecisiete segundos restantes, los Pumas iban bien encaminados.

No había tiempo para festejar. John hizo un gesto con la mano y pidió a gritos que presionaran en toda la cancha. Necesitaban robar una vez más y meter una canasta para adelantarse.

En vez de esperar a que corriera el reloj, los Caudillos avanzaron hacia la canasta, pero perdieron un tiro bajo el aro. Otro Caudillo rebotó el balón y lo clavó en el aro. Los Caudillos los aventajaban 86 a 83.

Mientras hubiera tiempo en el reloj, había una oportunidad.

«¡Ethan!», gritó.

El balón fue hacia su hijo. Quedaban tres segundos. Ethan dribló dos veces corriendo hacia la mitad de la cancha.

«¡Lánzala! ¡Lánzala! ¡Lánzala!».

Ethan lanzó un tiro alto y arqueado. Mientras el balón descendía, sonó la chicharra, pero, en lugar de entrar zumbando por la red, el balón rebotó en el borde del aro y brincó hacia afuera.

Los Caudillos festejaron. Ethan apoyó las manos detrás de su cabeza y se arrodilló, completamente exhausto. Un silencio cayó sobre el gimnasio, y John miró el marcador. Quería caer de rodillas, como algunos de sus jugadores. Pero no podía. En cambio, aplaudió y exhortó a Ethan a que se levantara, mientras el público local coreaba:

«¡Estamos orgullosos de ustedes! ¡Estamos orgullosos de ustedes!».

John estrechó la mano del entrenador de los Caudillos y lo felicitó.

— Tiene un gran equipo, Harrison — le correspondió el hombre —. Esta noche, tuvimos suerte.

— La suerte no tuvo nada que ver con esto. Pelearon duro. Buen trabajo.

Mientras salía de la cancha, miró a Amy y a Will, estrechamente abrazados y visiblemente abatidos porque habían perdido. Habían estado seguros de que este sería el año. En cambio, John volvía a ser subcampeón.

John encontró a Ethan fuera del vestuario y agarró a su hijo para abrazarlo. Ya casi era tan alto como John. Cuando entraron, escucharon el parloteo de muchachos derrotados.

— Los teníamos — dijo Jeff —. Los árbitros les regalaron el partido.

— Me atacaron toda la noche y los árbitros no cobraron nada — dijo Ty.

John solicitó su atención y respiró hondo, buscando palabras que él mismo pudiera creer. Lo que se suponía sería una fiesta parecía un funeral. Tenía que ayudarlos a ver algo que no podían.

— Muy bien, muchachos, mírenme — empezó —. Yo también quería ganar.

Miró a Ethan y luego a los demás. Sumando su voz a la de una gran nube de entrenadores anteriores, dijo:

— Estoy orgulloso de ustedes.

Los muchachos se quedaron mirándolo, y le creyeron. Pudo verlo en sus rostros. Y supo que las palabras que seguían no eran solo para ellos, sino también para su propio corazón.

— Y esta es la buena noticia: ese equipo es el obstáculo más difícil que enfrentaremos el año que viene. Cuatro de sus jugadores principales están por graduarse, mientras que todos ustedes volverán. Seremos mucho más fuertes. Lo cual significa que la próxima temporada, nos llevaremos todo.

Sus palabras los alcanzaron. Aunque estaban devastados por haber perdido, asintieron y aceptaron el desafío. Les había dado una esperanza en medio de la derrota. Qué lástima que esa esperanza para la siguiente temporada no hubiera venido acompañada del trofeo de este año.

(Continues…)


Excerpted from "Vencedor"
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Copyright © 2019 Kendrick Bros., LLC.
Excerpted by permission of Tyndale House Publishers.
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